No hay
que saberlo todo, ni querer tenerlo todo controlado, ni que rendirse ante la
idea de los límites. No hay que tratar de estar por encima de nadie, ni por
debajo, ni interponerse en medio de ellos. No hay que dejar de mirar a lo alto
pero tampoco hay que despegar los pies del suelo.
Hay que
mostrar, pero no imponer. Hay que enseñar pero jamás perder la paciencia. Hay
que querer los defectos al igual que las virtudes, hay que amar al amigo y más
aún al enemigo. Hay que ser fuerte en las adversidades. Hay que caer, pero hay
que levantarse.
Hay que
amar hasta que duela.
Buscar
la felicidad en la meta, en los sueños altos e “imposibles” pero sin perderse
el camino. Dar y después recibir y volver a dar no por recibir más, sino por la
sonrisa que se refleja en sus ojos.
Morir a
uno mismo, saber que hay alguien que quiere que seamos felices y que siempre
nos perdonará. Dejarnos amar por quien nos quiere y ser dóciles a Su voluntad.
Y si
lloras que sea de felicidad, por los momentos buenos, por todo lo hermoso que
has vivido, porque siempre hay nuevos recuerdos por crear y nuevos sueños por
vivir juntos.
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