lunes, 21 de mayo de 2012

día y noche


Al igual que a un niño le da miedo la oscuridad yo temo la llegada de la noche. El silencio, la sensación de frio que recorre mi espalda y la nada que ocupa mi pensamiento hace imposible que aquello que trataba de mantener durante el día permanezca junto a mí.

Y es que parece inevitable pensar en la velocidad, la distancia y en la soledad cuando se deja entrar una pizca de desconfianza o desaliento. Porque ante la luz podemos mantenernos arriba, firmes en la alegría y la esperanza (es lo último que se pierde), pero cuando nos inunda no somos sino de arena ante la tempestad que nos golpea.

Y tan solo una imagen o un pensamiento fuera de lugar destrozan la paz que a la luz del sol hemos ido acumulando mientras pensábamos, precisamente, en la oscura noche y su constante retorno.

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